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Un día en la vida de Yuri Rodríguez

Yuri Rodríguez cumple 36 años de vida este lunes 28 de octubre. Dice no estar emocionado por apagar una vela más en el pastel que no podrá comer. Está, en todo caso, más emocionado por la competencia internacional que, en pocos días, enfrentará: el Campeonato del Mundo de Fisicoculturismo, a realizarse en Emiratos Árabes Unidos, del 5 al 10 de noviembre.

No podrá comer pastel porque está en la etapa más dura de la preparación para que su cuerpo sea elegido como el mejor del mundo. “Soy el campeón panamericano (después de ganar el oro en los Juegos Lima 2019) y ahora seré el mejor del mundo. Soy Yuri, el gran Yuri”, dice convencido este culturista físico. “Cuando regrese con el primer lugar del mundial habrá suficiente tiempo para comer todos los pasteles que queramos y podamos”, reitera.

El viernes pasado, 25 de octubre, Yuri estaba tranquilo. Enfocado en su trabajo. Cansado, pero más tranquilo. Ese día, un equipo de comunicaciones de INDES pasó con él desde las 6:30 de la mañana hasta las 11 de la noche, tratando de plasmar su rutina de ejercicios, alimentación y preparación para encarar el reto mundialista del próximo mes.  Sin embargo, unas horas antes de nuestra visita, Yuri había cerrado uno de esos días que él mismo cataloga como “perfecto para abandonar”.

Ese jueves 24 de octubre, Yuri terminó hasta con fiebre. La estricta dieta, en donde ya no hay cabida para los carbohidratos ni para el sodio, ha comenzado a hacer mella. Son pocas las energías que quedan para desarrollar las rutinas de pesas que hay que cumplir con el día a día. “Te soy sincero: no quería abrirles la puerta. Quería seguir durmiendo”, nos confesó cuando, justo a las 6:30 a.m., del viernes 25 de octubre, permitió que entráramos a la intimidad de su hogar.

De Yuri, últimamente, se ha dicho mucho. Que si es un aprovechado, que si practica un deporte fácil o si a lo que se dedica es de maricas. Y él está acostumbrado a eso. Poco o nada le afectan comentarios de ese tipo. Algo así vivió hace tres años cuando formó parte, por temporada y media, de un programa televisivo que, día con día, ponía a prueba sus destrezas físicas y el trabajo en equipo.

Yuri es popular. Y él sabe y disfruta de esa popularidad. Saluda a todo mundo y se saca fotos con quien se las pida. Atiende todas las invitaciones que le llegan para visitar sets de televisión, realizar sesiones de fotografías y entrevistas radiofónicas. La participación en el reality show televisivo lo preparó para lo que llegaría después de colgarse el oro en los Juegos Panamericanos Lima 2019.

De Yuri también se dice que es un exhibicionista. Y es que, sin pudor alguno, este señor es capaz de sacarse la ropa que lleva puesta y quedarse en la truza de competencia, o en licra, o en bóxer, para mostrar el escultural cuerpo que ha forjado a través de 14 años de carrera. Una escena de esas quedó en la retina del público salvadoreño cuando volvió al país luego de ganar el oro en Lima y, en pleno aeropuerto, se quitó la chumpa y el pants, quedando en bikini y estampándole un tremendo beso a su compañera de vida desde hace más o menos cuatro años: Karla Velásquez.

Pero Yuri es Yuri. “Soy el mejor cuerpo de América y seré el mejor cuerpo del mundo”, repite una y otra vez. Es franco y directo. Y esa sinceridad, para muchos demasiado directa, le ha granjeado también malas pasadas. “No es posible que digan que no soy capaz de ponerme a punto para el mundial. Todo esto que tengo no lo he logrado de la noche a la mañana. No comparto cuando dicen que tengo una genética privilegiada. Todo es en base a trabajo y sacrificio”, recalca.

Un deporte para pocos

Durante las prácticamente 16 horas que convivimos con Yuri y Karla, fuimos testigos de que el fisicoculturismo no es para cualquiera. La jornada, ese día, comenzó a las 6:30 a.m., con la puesta en pie de ambos deportistas. Karlita, como le llama cariñosamente su compañero de vida, comienza a preparar la comida para ambos y para todo el día. Y Yuri comienza a preparar las maletas con los implementos que utilizarán para desarrollar sus actividades deportivas.

“Antes comíamos lo que podíamos. Si tocaba comer frijoles fritos, huevos fritos y plátanos fritos, eso comíamos. Si un amigo nos decía: ´los invito a comer pupusas´, comíamos pupusas. Hoy la cosa ha cambiado. Hoy, gracias al INDES y a los clientes que tengo como preparador físico, podemos comer mejor. Podemos cambiar las pupusas por pescado”, cuenta Yuri.

Las dos primeras comidas en el día a día de estos culturistas físicos no son agradables al ojo del ciudadano promedio: ocho huevos duros para Yuri y cuatro para Karla. Eso sí: sin la yema, solo la clara. “Sí, podríamos hacerlos estrellados o batidos, con vegetales, pero eso significa mucho más tiempo para cocinarlos y no tenemos ese tiempo”, recalca Karlita.

Los huevos van solos. Sin sal, sin nada. Solo les quitan la cáscara y adentro. Dentro de dos horas, la misma dosis. “¿Y qué pasa si no tienen hambre?”, preguntamos inocentes. “En esta etapa de la preparación siempre tenemos hambre”, responde Yuri.

Entre la primera comida del día y la segunda, es decir, entre las 7:30 y las 9:30 de la mañana, Yuri aprovecha para hacer algún mandado. Ese viernes fue al Mercado Central por vegetales. “Lo más fácil sería comprar un saco de pepinos, pero mejor compro otros vegetales. Cuando vieron que comencé a salir en la tele, me cobraban más caro el saco de pepinos”, lamenta.

Y es que Yuri no pasa desapercibido. Siempre viste ropa ceñida al cuerpo, resaltando su torso y sus brazos. A lo lejos, la señora que vende aguacates grita: “Hey, ahí está Yuri, el de Calle 7”. El deportista termina de comprar unos güisquiles y unos calabacines, y luego saluda a su fan.

De vuelta al hogar, Yuri pasa comprando hielo al supermercado más cercano. “Me haré mi postre”, dice, mientras explica que ese postre es un café hecho frozen, que él mismo prepara. “Puedo tomar todo el café que quiera. Igual con la soda sin azúcar. Eso hace que me sienta lleno, empanzado”, dice entre risas.

Al volver a casa, Karlita ya tiene listas las seis comidas restantes para ese día: pollo, tilapia y salmón. Todo a la plancha. Cocina unas cuantas porciones de los vegetales que Yuri compró en el mercado, hacen la segunda comida del día (huevos duros) y salen rumbo al Polideportivo de Ciudad Merliot.

Para Yuri no hay lunes, ni martes, ni miércoles, ni jueves, ni viernes, ni sábados, ni domingos. Hay día 1, día 2, día 3 y día cuatro. El día 1 le toca una rutina. El 2, otra. Y así sucesivamente. Ese viernes 25 de octubre está en el día 26 de su preparación y toca cuádriceps, aductores, glúteos, abdominales y pantorrillas. Además, dos horas de cardiovascular.

Ese viernes, Yuri nunca puso mala cara y, contrario al día anterior, cuando quería renunciar y tirar todo al cesto de la basura, trabajo en su rutina sin ningún problema. “(ayer) Era uno de esos días perfectos para renunciar”, reitera. Pero su forma de ser no lo deja renunciar. Nunca lo ha hecho.

Es que a Yuri le ha tocado remar contra corriente. Desde pequeño, cuando vivía en el Barrio Lourdes, en una champa, asegura. Sin pena reconoce que sufrió desnutrición, porque en su casa no había comida. En su adolescencia no fue un niño tranquilo. Y menos cuando estudió bachillerato en el INFRAMEN, en donde usaba el baloncesto como excusa para no comer en los recreos. “No tenía dinero para comprar algo en el cafetín y tampoco había dinero para que me pusieran panes”, recuerda. “Pero me gustaba fregar”, reconoce. Y, quitándole morbo a un rumor que se ha esparcido después de ganar la medalla de oro en los Panamericanos, reconoce que estuvo preso por una riña estudiantil. Sin embargo, y gracias a ese paso por Mariona, fue que descubrió los hierros que le condujeron hacia el fisicoculturismo, disciplina que practica desde 2005.

“Cuando estoy en la banda, corriendo, haciendo cardio, mi mente está en otra parte, tratando de no fijarme en el dolor ni en el cansancio. Estoy pensando en Emiratos Árabes Unidos, en el campeonato del mundo. Estoy pensando en que nadie me ha regalado nada y que todo me lo he ganado por mi esfuerzo”, enfatiza. “No hay espacio para los pensamientos negativos”, recalca.

Luego de cuatro intensas horas de ejercicios, entre cardio y pesas, y hacer su séptima comida del día (pechuga de pollo), Yuri colabora con una sesión de fotos mientras Karlita termina su rutina de gimnasio.

Al concluir sus actividades (10:00 p.m.) Yuri y su pareja regresan a casa en donde el atleta se pesa para constatar que se mantiene en rango idóneo de peso (80-96 kilogramos) para llegar en óptimas condiciones al mundial.

“Gracias por la compañía, me sentí cómodo porque respetaron mi espacio y no interfirieron en mi rutina”, se despide Yuri mientras cierra la puerta de su hogar para tratar de descansar, pues mañana (sábado) toca seguir con su preparación.

Publicado el 28-10-2019.

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