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Una (e)lección de vida: Ibrahima Traoré

El deporte, como todo en la vida, está repleto de elecciones. Unas mejores que otras, pero elecciones al fin y al cabo. Y para trascender en esta industria, las elecciones se vuelven, quizás, en uno de los puntos fundamentales de cualquier carrera deportiva.

En alguna ocasión el mismo Stephen Curry, uno de los mejores basquetbolistas de la época reciente lo definió así: “El éxito no es un accidente, el éxito es en realidad una elección”.

Y por lo general, a los 17 años de edad, un jovencito está muy cerca de comenzar a tomar elecciones que marcarán el rumbo de sus vidas, aunque a veces no estén muy conscientes de ello.

Ibrahima Traoré, quien a sus 17 años recién cumplidos, ya se enfrentó a tres elecciones que cambiaron la suya, con las que ahora vive plenamente, y en ellas basa su diario vivir.

Elección uno: baloncesto

Bamako, capital de Malí, a más de 8,700 kilómetros de distancia de El Salvador.

Un 31 de diciembre de 2005 nacía Ibrahima Traoré, en el seno de una familia futbolera, deporte que practicaría durante su niñez. Con el pasar de los años, este joven maliense iría adquiriendo cada vez más altura, mientras sus amigos y conocidos, de alguna forma, se percataron que, probablemente, esa altura podría ser mejor aprovechada en otro deporte, como el baloncesto.

Fue así como en una ocasión, un amigo de Ibra que practicaba este deporte lo invitó a ver un partido suyo, e Ibra aceptó. Estando ahí, relata Ibra, “la emoción que vi, la forma en que la gente animaba, la verdad me encantó. Inmediatamente hablé con mi amigo, hablé con su entrenador si podía practicar con el equipo, y al siguiente día que llego a practicar, el entrenador estaba demasiado emocionado por mi altura y mis cualidades”.

Ibra, quien en su niñez tuvo que lidiar con el fallecimiento de sus padres, encontró en el baloncesto un lugar seguro, y en donde conoció a su primer mentor: el entrenador Vanne.

En tres meses, con muchos entrenamientos grupales e individuales, Ibra empezó a mejorar mucho, tanto su técnica, táctica y condición física. En buena parte, gracias al apoyo de Vanne.

Los primeros entrenamientos, cuenta, fueron un poco complicados. Se estaba adaptando a un nuevo deporte, aprendiendo sus fundamentos, y adquiriendo la condición física necesaria. En ocasiones era, incluso, gracioso, ya que con su altura tenía una ventaja considerable respecto a sus compañeros, agenciándose casi todos los rebotes, aunque no siempre tomaba las mejores decisiones (o elecciones) en el juego.

“Mi primer entrenador era increíble, me ayudaba bastante, se preocupaba por mí, me apoyaba, me aconsejaba, me decía ‘Ibra yo sé que tú puedes hacerlo, no es fácil, pero todos los jugadores profesionales que ves en la tele empezaron así, poco a poco’. Fue un entrenador increíble”, relata un emocionado Traoré.

Tiempo después, fruto de su esfuerzo y dedicación, a Ibrahima se le presentó la oportunidad de jugar en España, oportunidad que no dejó pasar, y partió hacia el país ibérico, para jugar en el Club Baloncesto Santa Cruz de Tenerife. Sin embargo, mientras Traoré buscaba abrirse espacio en territorio europeo, su entrenador y mentor, Vanne, falleció.

“Lastimosamente cuando estaba en España, él falleció, pero tuvo la oportunidad de verme jugar ahí y eso era un orgullo para mí. Él no sabía o se imaginaba que llegaría tan lejos y tan rápido, y él estaba muy contento de verme jugar afuera”, comenta Traoré, quien aún recuerda con mucha estima y cariño al entrenador Vanne, quien fue su primera conexión con el baloncesto, y a quien veía como a un padre.

“Gracias a él estoy acá, le agradezco mucho aunque no esté, pero lo siento cerca mío y siempre estará en mi pensamiento, pienso mucho en lo que me decía, lo que necesito hacer para mejorar, y cuando pienso en eso me da la fuerza para entrenar más duro”.

Elección dos: El Salvador

Aficionado al Barcelona en la Liga ACB de España, a los Los Ángeles Lakers en la NBA, y admirador del pivote del equipo angelino, Anthony Davies. “Es un pivote completo, puede jugar fuera, dentro, tira de todos lados, lo admiro naturalmente porque es un jugador completo y quisiera ser como él”, relata Traoré.

Ibrahima Traoré, con sus 2.08 metros de estatura, quien domina el español, inglés, francés y cuatro dialectos africanos, ahora viste orgullosamente los colores azul y blanco con el dorsal 45 en su espalda, el número favorito de su madre.

Pero para que Ibra pudiera vestir la camiseta de la selección nacional, el proceso no fue fácil, según relata el presidente de la Federación Salvadoreña de Baloncesto (Fesabal), Yamil Bukele.

“Todo nace porque no es secreto que El Salvador necesita altura, y como presidente de la Fesabal estamos intentando suplir esa necesidad. Estuvimos abiertos buscando alternativas en el territorio salvadoreño, en algunas ocasiones hemos encontrado personas con tallas arriba del promedio salvadoreño, arriba de los dos metros, pero nos hemos encontrado con algunos que no tienen interés en jugar al baloncesto, otros que sus padres no quieren que salgan del municipio donde viven y mudarse a San Salvador”, cuenta Bukele.

El dirigente de la Fesabal también relató el momento en que conoció a Ibrahima: “En un viaje laboral que hice a España, tuve la oportunidad de asistir a unos entrenamientos, porque el entrenador de la selección en ese momento, Ray Santana, estaba en España, y vimos que había un chico que estaba en ese país y sería regresado a Malí porque tenía inconsistencia en sus trámites debido a una situación familiar, sus dos padres habían fallecido, en España estaba con un tío, pero él no pudo solventar sus asuntos migratorios y sería deportado a Malí”.

En cuanto a los trámites, Bukele relata que tuvo que cumplir con requerimientos solicitados por la Asamblea Legislativa para su nacionalización, y también condiciones que estipulaba la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA).

“Decidimos traerlo y asumir la responsabilidad de adoptarlo, propusimos esto a la Asamblea Legislativa, y decidieron otorgarle la nacionalización de nuestro país, por las características del muchacho, por tener una beca en un centro educativo y porque tenía padres salvadoreños responsables que estarían atentos de él, y también porque cumplíamos un requerimiento de FIBA, que cualquier persona nacionalizada menor a 16 años puede optar a jugar por una selección nacional de un país diferente al que nació”, comentó.

A raíz de estos trámites, Ibrahima se quedó a tan solo tres días de poder debutar con la selección nacional sub-17 en una competencia que tendrían en México. Según cuenta, el grupo partió a tierras mexicanas un viernes, y su nacionalización se dio hasta el domingo.

El debut tendría que esperar.

Sin embargo, Traoré siguió trabajando duro y con mucha disciplina, incorporado al Colegio Especializado de Alta Competencia de la Fundación Educando a un Salvadoreño (FESA), él sabía que la oportunidad pronto llegaría.

Fue así que a inicios de este año, el entonces entrenador de la selección nacional mayor, el español Ray Santana, convocó a Ibrahima para que entrenara con la preselección salvadoreña, que se estaba preparando para encarar el Preclasificatorio Centroamericano FIBA AmeriCup 2025, en Nicaragua.

Traoré fue capaz de superar el recorte y sería parte del grupo que viajaría a tierras nicaragüenses representando a El Salvador.

La selección salvadoreña que participó en el Preclasificatorio Centroamericano FIBA AmeriCup 2025.

La azul y blanco debutó contra Costa Rica y luego enfrentó a Honduras, pero Ibrahima no pudo ver actividad. Sin embargo, la oportunidad llegaría en el tercer partido, esta vez, ante la selección de Guatemala. Un 24 de febrero de 2023 que Traoré nunca olvidará.

“Estaba tan emocionado, esperando este momento, desde el primer partido yo quería jugar porque estaba demasiado motivado. Estaba esperando mi turno, pero no pude jugar el primer ni segundo partido, y en el tercer partido cuando el coach me llama y me dice ‘¡Ibra!’, y me vuelve a ver, me sorprendió directamente, pensé ‘wow, es increíble, esta es mi oportunidad, la que estuve esperando todo este tiempo’, era mi primer partido con la selección en un torneo internacional. Estaba un poco nervioso, era mi primer juego, la gente me estaba viendo, era muy emocionante para mí”, expresa un Ibrahima muy conmovido, mientras da vueltas a tres pulseras de los Lakers que porta en su muñeca derecha.

No pasaría mucho tiempo para que Traoré anotara sus primeros puntos y consolidara la ventaja salvadoreña en el marcador.

“Era un orgullo para mí, unos minutos después de debutar pude anotar mis primeros puntos. Estaba esperando este momento, estaba tan orgulloso, fue una canasta muy bonita, no hay palabras, fue un pase increíble de Carlos Arias que me estaba apoyando mucho, fue tan genial”, relata.

Elección tres: triunfar

Tras media hora de conversación, es muy fácil notar que la determinación de Ibrahima es, cuando menos, sorprendente.

Y es que este basquetbolista ya lo ha decidido, en su mente está claro, y en sus hechos se comprueba: quiere el éxito.

“Soy un basquetbolista que quiere llegar lejos, realizar todos sus sueños, venir desde tan lejos… quiero demostrar quien es Ibrahima Traoré, por qué estoy aquí, por qué motivo vine, y yo sé que lo lograré. Por El Salvador voy a dar lo mejor de mí, siempre que entre a la cancha, siempre que vista la camiseta de El Salvador. Me siento muy orgulloso con esta camiseta, no es una cosa pequeña, la respeto”, comenta.

Yamil Bukele, presidente de la Fesabal, coincide con las palabras de Traoré. “Ibrahima tiene mucho talento, a su corta edad ha demostrado que domina su área, él tiene mucho potencial que desarrollar. Ya se está trabajando porque hay colegios en Estados Unidos interesados en él para que salga y siga creciendo”.

Ibrahima quiere ser parte de la primera generación de basquetbolistas salvadoreños que entonen el himno nacional en una Copa Mundial de Baloncesto, y el objetivo es claro.

“Un día quiero ver a este equipo a la cabeza de Centroamérica, quiero verlo jugar en el Mundial, sería un orgullo, y espero que las nuevas generaciones tengamos la misma mentalidad”.

Finalmente, con nostalgia, Ibra hace un repaso de sus pasos en Malí, España y ahora en El Salvador, cuenta que nunca se esperó poder llegar a este punto y debutar con la selección nacional salvadoreña. Agradece a Dios por el camino y la trayectoria que ha tenido hasta acá.

“Si el entrenador Vanne estuviera aquí diría ‘¡ese no es mi niño!’, por lo mucho que he cambiado. El camino ha sido demasiado largo, pero tengo claro que todavía me falta más por recorrer”.

Publicado el 31-03-2023.